La desinformación es una estrategia de manipulación y control sobre la ciudadanía que, o bien puede ser fruto de un acto consciente de una entidad jerárquica superior sobre otra, o bien puede ser fruto, simplemente, de la entropía social.
En cualquiera de los dos casos, el principal arma de la desinformación es el lenguaje. ¿Por qué?
El lenguaje es polisémico y, por tanto, subjetivo y ambiguo. Si se sabe usar esta herramienta, se puede hacer creer a la gente que se está diciendo una cosa cuando, en realidad, se está diciendo otra. (Esto pasa a menudo, pero no es lo mismo hacerlo inconscientemente que de forma consciente).
Lo peliagudo de esta manipulación lingüística es que no hay acusaciones que valgan, ya que, dada la polifonía del lenguaje, una palabra puede tener mucho trasfondo y, por ende, su uso puede ser muy justificable.
El uso polisémico del lenguaje se da a todas horas. En nuestras relaciones, en nuestras profesiones, en los medios de comunicación.
Se da, especialmente, en la política, donde los discursos sociales aprovechan el "desconocimiento" del público y tergiversan sus oraciones para: sonar muy complejo (rasgo de la pseudo-intelectualidad política); justificar un error con "fallos en la interpretación del lenguaje", esto es, acudiendo al metalenguaje (reflexión del lenguaje) como forma de autojustificarse; refugiarse en la entropía lingüística para tachar de analfabetos al resto, etc.
¿Tú qué opinas? ¿Has visto últimamente algún patrón de estos en la política y/u otro contexto? ¿Hay alguna forma de reducir la carga polifónica del lenguaje? ¿Nos complicamos demasiado la vida al hablar?